miércoles, 8 de mayo de 2013

Publicaciones


Cultura Política en Tiempos Paramilitares, editorial METODO

Killin Timen en Medellín, Coatuoría con Francisco Thoumi, Opendemocracy

Los jóvenes en la violencia y sus aspiraciones en la ciudad de Medellín,  Coautoría con Juan Diego Jaramillo 

Orden en tiempos paramilitares, en revista Desafíos.

Columnista de Equinoxio 2010

Columnista de Razón Pública invitado

Ruta de Expertos por la Gobernabilidad de la Seguridad (REGS)- Medellín 2010, 
Casa de las Estrategias – Banco de la República

Y aquel amor en Tiempos para planchar, Universidad Nacional

Creative drug consumption and production in Medellín, 
Coautoría con Francisco Thoumi, en Research Gate

martes, 30 de octubre de 2012

LO QUE DUKE NO PUEDE DEJAR OLVIDAR


Con la muerte del Duke, padre de dos niñas, horas de dolor, desolación, vacío, sinsabor. Una terrible necesidad de parar el mundo. Con el asesinato nos roban la vida y nos embolatan el sentido. La frontera que se traspasa con el asesinato hace que gente que no sirva para nada en la sociedad tengan poder.
Veo a mis amigos que van a extrañar su voz en vivo, su silueta en la tarima. Sé que la ausencia de dos niñas va a ser irreparable, que el símbolo de odio que les deja la ciudad es bastante imborrable. Saberlo también eterno en sus canciones, en los que compartieron camino con él y que la necesidad de la vida es decirle a la muerte, que hay que encontrar caminos, hay que encontrar las formas, que donde se cae uno, se levantan diez a recoger la antorcha.
Hay una reflexión con lo del Duke, que espero que nos cambie por siempre: no se puede tolerar algún grado de violencia, no se nos puede volver paisaje. Aquí no hablamos con los pillos y por lo tanto no hacemos acuerdos, no les pedimos que nos respeten la vida, ni pactamos, y sin embargo, hay posiciones muy comunes, posiciones muy nuestras que dictan que ellos por allá y nosotros por acá, que nuestros mundos no se tocan.
Finalmente nos tocamos como dice Gerardo Pérez:  Se trata de “un mundo que no se encuentra con otro mundo hasta la hora de disparar.”
Hoy hay que recordamos que esta violencia de otros que crean poderes violentos cercanos es inaceptable y que más allá del romanticismo saber que es mundillo gris del narcotráfico y las empresas de la violencia es impermeable a nuestro arte, a las canciones, a los colores. Estamos haciendo lo correcto para el mediano y largo plazo en nuestros territorios, pero necesitamos de la institucionalidad para el corto plazo, para estos flujos y reflujos de la violencia.
En Medellín necesitamos una mayor sensibilidad, (para el caso) una mayor intolerancia, el día que salga de nuestro vocabulario preguntar por qué lo maratón habremos recuperado parte de nuestra alma.
Este luto por el Duke tiene que servir para decirle algo al Estado y a nuestro principal interlocutor que es la Alcaldía.

CARTA AL SEÑOR ALCALDE Ni evento, ni desenlace


Señor Alcalde de Medellín, Anibal Gaviria,
La Comuna 13 se ha tornado un lugar inseguro y hostil para los jóvenes (aunque nunca haya dejado de tener problemas nunca), la Comuna 8, la Comuna 6 y, en general, la ciudad ve un cambio en el panorama criminal. Desde lo puntual, las largas balaceras y los muertos en la 13 han venido acompañadas del irrespeto, la agresión y la criminalización de los jóvenes por parte de la Policía y el Ejército.
Es necesario pensar en lo puntual y en lo general, la ciudad como un todo y cuadra a cuadra, el corto plazo, el mediano y el largo. Los trancones de la ciudad y los conciertos pueden esperar, necesitamos una inversión en las comunas, en una seguridad muy ciudadana y muy respetuosa de los derechos humanos. Necesitamos saber cuánto se va a invertir en justicia, en protección, en cuidado para que en el corto plazo no mueran más jóvenes y que por lo menos, haya muchas más garantías para que un joven que empuña las armas no sea asesinado.
La propuesta torna sobre una inversión mayor, una inversión inteligente, una inversión en seguridad ciudadana que gire en torno de la protección, una gerencia que consista en mejor supervisión de la Policía (mayor lucha contra la corrupción) y un cambio total de táctica donde por una vez se convenza de que tienen que cuidar también jóvenes y adolescentes de bajos recursos y no sólo perseguirlos (sólo estén en los barrios atravesados en su cotidianidad por el crimen policías convencidos de que su labor es cuidar a los jóvenes). Los jóvenes de Medellín de ladera (Comuna 6, 8 y 13) están altamente desprotegidos y la única forma de empezar a restablecer confianzas, a recuperar un tejido para una seguridad ciudadana que le apueste a la vida es empezándolos a cuidar determinadamente, sin ninguna distinción, ni pidiendo nada a cambio. No puede haber un hogar para la vida donde la “Inteligencia” es burdamente reemplazada por la sospecha, donde los jóvenes son culpables hasta que demuestren lo contrario, donde la Policía dice cada día “que se maten entre ellos” y donde el asesinato tiene más de cien explicaciones (justificaciones) posibles.
No permita que se disputen la 13, no puede haber una ética que nos permita perdonarnos de quedarnos esperando quién se va a quedar con la 13. Tiene que haber un panorama profundo de corrupción para que el desenlace esperado sea que algún capo asuma el control. Podemos resistir, podemos hacer que los muertos no sean en vano, pero tiene que hacerse mucho más, tiene que marcarse un camino no antes recorrido para el fin de la violencia y perseverar en él, un camino, y no una eventualidad, que supere los insulsos titulares de prensa. 

lunes, 29 de octubre de 2012

MALOS PERDEDORES

Los malos perdedores están hechos sólo para ganar, no saben otro cosa y nada los deleita, eso los hace presas del mundo vía la ilusión de la fama, la popularidad o el éxito.

Estuve organizando un festival de graffiti y las cosas resultaron bastante bien. Toda una mayoría de graffiteros estuvo y está contenta: los ganadores estuvieron felices de ganar, un puñado contentos de haber podido participar y competir y una gran mayoría de observar, de compartir y, en especial de pintar. Para el caso, si ya pintar no alegra lo suficiente, hay que ir pensando en mutar de profesión.

Dos primeras cosas se me vienen a la cabeza: la primera recordando el arte de gobernar y de las comunicaciones que tuvo Peñalosa un tiempo, recordando a su equipo y luego a la opinión que las minorías son escandalosas, es decir, que los que están en contra se suelen organizar y pronunciar y los que están a favor susurran y guardan silencio. Eso me lleva a la segunda cosa: una Crew y en especial dos o tres graffiteros se han pronunciado en Facebook, diciendo que odia y desaprueban el evento, con lo único detrás de no haber ganado. Después de tanta admiración y gusto profundo por el trabajo de éstos, ya me pregunto si esa sensación y urgencia de ganar no fue lo que los alejó de lo que debe estar en la esencia y lo que finalmente transmite a cualquier jurado o espectador: el gusto por ganar.

Lo que hay en el fondo dificulta la reflexión porque raya en lo ridículo, uno casi que se quejaba de que porque lo invitaron a participar sino iba a ganar y pues claro, cuando los argumentos no son suficientes, es necesario para varios sujetos, lo que es culturalmente más admitido de la cuenta, usar una pequeña imaginación para generar dudas y suspicacias, es decir, sugerir que les robaron el premio.

Mi indignación viene de la selección de los jurados, dos graffiteros de Bogotá que están entre los mejores de Colombia y un profesor de artes de la Universidad de Antioquia y que los criterios de evaluación son técnicos y estaban colgados desde antes. Primero nadie presionó a los jurados de ninguna forma para que votaran en alguna dirección y pensar eso no sólo genera dudas sobre los organizadores sino sobre los jurados mismos, segundo al inscribirse en el concurso se acepta a los jurados y a las reglas de juego.

Como afortunadamente la minoría escandalosa que todavia puede suscitar algún comentario de solidaridad en las redes de graffiti, no representa el graffiti, se seguirán haciendo este tipo de festivales, concursos y becas, lo importante es ir más a fondo, siempre mejorar y no confundir propuestas (que para el caso deben de ser técnicas) con ataques que para el caso vienen de malos perdedores.

La reflexión final para mí es que el concurso y la competencia no debe estar en el centro del graffiti, ni debe centralizarse en alguna autoridad externa del graffiti, pero hay procesos de apoyo que implican la meritocracia y por lo tanto algún tipo de concurso en igualdad de condiciones. Algunos graffiteros que perdieron pedían que la próxima vez no se dieran premios (con una lógica de si no es para mí, tampoco para nadie). Aquí hay que recordar una máxima del oficio de vivir y de la competencia que sólo es con uno mismo: nadie nos quita nada.

Aplica esta última frase para el caso en el que una caja de compensación accedió a dar micro-becas a los graffiteros, por dos millones para el premio mayor, consiguió unos muros que no podían estar mejores y proporcionó una excelente dotación de las mejores latas de aerosol del mercado. Hay otros 364 días para pintar por fuera de una cierta normatividad, hay muchos más muros para demostrar de qué están hechos, sólo hay que recordar que ese espacio no existía y esas oportunidades no estaban dadas.