sábado, 5 de febrero de 2011

¿QUIÉN NO QUIERE?

¿Quién no quiere locura compartida? 
¿Quién no quiere uno ojos, sin horario, para naufragar?
¿Quién no quiere llenar cada día con un entusiasmo crucial, participar de la intensa belleza en cada hora?
¿Quién no quiere dejar de guardar, ser valiente y gastar lo que hay?
¿Quién no quiere que la vida alcance?
¿Quién no quiere una fuente inagotable que conjure el apocalipsis y que nos salve de la sed por siempre? 
¿Quién no quiere recordar de qué está hecha la vida e inflamar su sentido con todas las sensaciones que revienten el corazón?
¿Quién no quiere emprender el último viaje y zarpar con la compañía preferida? 
¿Quién no quiere la asunción del eternamente acompañante? 
¿Quién no quiere un amor por el cual explorar, un amor en movimiento, una compañera de camino?
¿Quién no quiere la libertad sin el costo de la soledad?
¿Quién no quiere ser tomado como un pájaro entre abrigadoras manos, como quien se dejar caer en un abismo con amparo? 
¿Quién no quiere llegar a un lugar donde descansar profundamente? 
¿Quién no quiere menos paredes y más hendiduras, menos suelo y más nubes?
¿Quién no quiere un código construido entre dos, alguien para darle el mapa, habitar la vida del otro?
¿Quién no quiere ese día sagrado de tregua para permitirse ser profundamente débil? 
¿Quién no quiere un testigo de nuestra vida y alguien que interceda por nuestra alma en el mismo infierno? 
¿Quién no quiere una última caricia, una mano que cierre los ojos, la cálida piel que nos desprenda del frío del terror cuando lo necesitemos? 
¿Quién no quiere dejar de pretender, dejar de calcular?
¿Quién no quiere otro que no sea límite, sino camino y sueños posibles?
¿Quién no quiere encontrarse bienvenido totalmente en el Otro y llamar patria a ese lugar donde podamos estar juntos?
¿Quién no quiere que cese la necesidad de demostrar?
¿Quién no quiere una licencia para dejar de tener cuidado, gritar la verdad primera y la última?
¿Quién no quiere ese cuerpo supremo inagotable en su deseo y en el tuyo? 
¿Quién no quiere una tregua y jugar sin que anochezca, retozar con todos los relojes rotos como niños insomnes?
¿Quién no quiere que la pasión nos haga mezcla de bestias y dioses sin pasar por la razón humana, confundiendo carne y alma?
¿Quién no quiere ser un espíritu que supera el cuerpo en el cuerpo del Otro?
¿Quién no quiere estar ante lo radicalmente propio tras la conquista donde se apuesta el alma y luego nos transfigura?
¿Quién no quiere encontrar esa certeza en el cuerpo del Otro como pasión por la vida?
¿Quién no quiere visitar cada ciudad para encontrar ese rincón a donde llevar al Otro?
¿Quién no quiere dedicar las horas imprescindibles del oficio a un refugio (un mundo) para una única alma de las que se deriven el resto?
¿Quién no quiere fluir como un río sin causes?
¿Quién no quiere ser notado, luego reconocido y por último inmaculado?
¿Quién no quiere ser descifrado en el pasado pero asombroso en el presente y enigmático en el futuro?
¿Quién no quiere dejar ser definitivo intensamente en el otro?
¿Quién no quiere reconocer el olor de la inmortalidad?
¿Quién no quiere despertarse día a día junto a la divinidad?
¿Quién no quiere un encuentro, una alianza y un fervor para pronunciar para siempre? 
¿Quién no quiere una última vez como la primera vez?
¿Quién no busca vivir, amar y ser amado?
¿No se trata de que lo real, lo imaginario y lo simbólico se una, como -sólo por milagro- relumbra el cuerpo, la alianza es incuestionable y el juego de los sueños inagotable?

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