Señor
Alcalde de Medellín, Anibal Gaviria,
La
Comuna 13 se ha tornado un lugar inseguro y hostil para los jóvenes (aunque
nunca haya dejado de tener problemas nunca), la Comuna 8, la Comuna 6 y, en general, la
ciudad ve un cambio en el panorama criminal. Desde lo puntual, las largas
balaceras y los muertos en la 13 han venido acompañadas del irrespeto, la
agresión y la criminalización de los jóvenes por parte de la Policía y el
Ejército.
Es
necesario pensar en lo puntual y en lo general, la ciudad como un todo y cuadra
a cuadra, el corto plazo, el mediano y el largo. Los trancones de la ciudad y
los conciertos pueden esperar, necesitamos una inversión en las comunas, en una
seguridad muy ciudadana y muy respetuosa de los derechos humanos. Necesitamos
saber cuánto se va a invertir en justicia, en protección, en cuidado para que
en el corto plazo no mueran más jóvenes y que por lo menos, haya muchas más
garantías para que un joven que empuña las armas no sea asesinado.
La
propuesta torna sobre una inversión mayor, una inversión inteligente, una
inversión en seguridad ciudadana que gire en torno de la protección, una
gerencia que consista en mejor supervisión de la Policía (mayor lucha contra la
corrupción) y un cambio total de táctica donde por una vez se convenza de que
tienen que cuidar también jóvenes y adolescentes de bajos recursos y no sólo
perseguirlos (sólo estén en los barrios atravesados en su cotidianidad por el
crimen policías convencidos de que su labor es cuidar a los jóvenes). Los
jóvenes de Medellín de ladera (Comuna 6, 8 y 13) están altamente desprotegidos
y la única forma de empezar a restablecer confianzas, a recuperar un tejido
para una seguridad ciudadana que le apueste a la vida es empezándolos a cuidar
determinadamente, sin ninguna distinción, ni pidiendo nada a cambio. No puede
haber un hogar para la vida donde la “Inteligencia” es burdamente reemplazada
por la sospecha, donde los jóvenes son culpables hasta que demuestren lo
contrario, donde la Policía dice cada día “que se maten entre ellos” y donde el
asesinato tiene más de cien explicaciones (justificaciones) posibles.
No
permita que se disputen la 13, no puede haber una ética que nos permita
perdonarnos de quedarnos esperando quién se va a quedar con la 13. Tiene que
haber un panorama profundo de corrupción para que el desenlace esperado sea que
algún capo asuma el control. Podemos resistir, podemos hacer que los muertos no
sean en vano, pero tiene que hacerse mucho más, tiene que marcarse un camino no
antes recorrido para el fin de la violencia y perseverar en él, un camino, y no
una eventualidad, que supere los insulsos titulares de prensa.
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