lunes, 29 de octubre de 2012

MALOS PERDEDORES

Los malos perdedores están hechos sólo para ganar, no saben otro cosa y nada los deleita, eso los hace presas del mundo vía la ilusión de la fama, la popularidad o el éxito.

Estuve organizando un festival de graffiti y las cosas resultaron bastante bien. Toda una mayoría de graffiteros estuvo y está contenta: los ganadores estuvieron felices de ganar, un puñado contentos de haber podido participar y competir y una gran mayoría de observar, de compartir y, en especial de pintar. Para el caso, si ya pintar no alegra lo suficiente, hay que ir pensando en mutar de profesión.

Dos primeras cosas se me vienen a la cabeza: la primera recordando el arte de gobernar y de las comunicaciones que tuvo Peñalosa un tiempo, recordando a su equipo y luego a la opinión que las minorías son escandalosas, es decir, que los que están en contra se suelen organizar y pronunciar y los que están a favor susurran y guardan silencio. Eso me lleva a la segunda cosa: una Crew y en especial dos o tres graffiteros se han pronunciado en Facebook, diciendo que odia y desaprueban el evento, con lo único detrás de no haber ganado. Después de tanta admiración y gusto profundo por el trabajo de éstos, ya me pregunto si esa sensación y urgencia de ganar no fue lo que los alejó de lo que debe estar en la esencia y lo que finalmente transmite a cualquier jurado o espectador: el gusto por ganar.

Lo que hay en el fondo dificulta la reflexión porque raya en lo ridículo, uno casi que se quejaba de que porque lo invitaron a participar sino iba a ganar y pues claro, cuando los argumentos no son suficientes, es necesario para varios sujetos, lo que es culturalmente más admitido de la cuenta, usar una pequeña imaginación para generar dudas y suspicacias, es decir, sugerir que les robaron el premio.

Mi indignación viene de la selección de los jurados, dos graffiteros de Bogotá que están entre los mejores de Colombia y un profesor de artes de la Universidad de Antioquia y que los criterios de evaluación son técnicos y estaban colgados desde antes. Primero nadie presionó a los jurados de ninguna forma para que votaran en alguna dirección y pensar eso no sólo genera dudas sobre los organizadores sino sobre los jurados mismos, segundo al inscribirse en el concurso se acepta a los jurados y a las reglas de juego.

Como afortunadamente la minoría escandalosa que todavia puede suscitar algún comentario de solidaridad en las redes de graffiti, no representa el graffiti, se seguirán haciendo este tipo de festivales, concursos y becas, lo importante es ir más a fondo, siempre mejorar y no confundir propuestas (que para el caso deben de ser técnicas) con ataques que para el caso vienen de malos perdedores.

La reflexión final para mí es que el concurso y la competencia no debe estar en el centro del graffiti, ni debe centralizarse en alguna autoridad externa del graffiti, pero hay procesos de apoyo que implican la meritocracia y por lo tanto algún tipo de concurso en igualdad de condiciones. Algunos graffiteros que perdieron pedían que la próxima vez no se dieran premios (con una lógica de si no es para mí, tampoco para nadie). Aquí hay que recordar una máxima del oficio de vivir y de la competencia que sólo es con uno mismo: nadie nos quita nada.

Aplica esta última frase para el caso en el que una caja de compensación accedió a dar micro-becas a los graffiteros, por dos millones para el premio mayor, consiguió unos muros que no podían estar mejores y proporcionó una excelente dotación de las mejores latas de aerosol del mercado. Hay otros 364 días para pintar por fuera de una cierta normatividad, hay muchos más muros para demostrar de qué están hechos, sólo hay que recordar que ese espacio no existía y esas oportunidades no estaban dadas.

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